Para que nuestra forma de educar sea positiva para todas y todos debemos asegurarnos de utilizar:
• Amor, afecto, apego y calidez, porque crea vínculos seguros, que hacen que las niñas y niños se sientan bien, estén interesados y se atrevan a probar diferentes formas de vivir las experiencias sin miedo a equivocarse, porque saben que acertando o no siguen siendo queridos. Está en los besos, los mimos, las atenciones, las sonrisas, los ratos de juegos, las miradas de comprensión, las conversaciones, los cuidados, etcétera. Genera emociones agradables que aportan motivación, empatía, aceptación, intimidad… No uses nunca el afecto como moneda de cambio. Exprésale que le quieres por ser quien es, no por cómo siente, piensa o se comporta.
• Firmeza y límites, porque aportan protección, seguridad y poder tomar decisiones y entrenar estrategias sin ponerse en riesgo. Poner límites no significa gritar, amenazar o castigar, sino cuidar. Con los límites y las normas las niñas y niños aprenden cuáles son sus derechos y sus responsabilidades, también aprenden a tolerar la frustración. Todos ellos también son aspectos muy importantes para el desarrollo emocional de nuestras hijas e hijos.
Las normas y límites han de ser claros y realistas, acordes con su edad, deben transmitirse de manera positiva, firme y afectuosa: están cuando les transmitimos valores (“Tienes derecho a dar tu opinión, pero debes respetar la del otro”), mantenemos el criterio a pesar de la insistencia (“Venga, déjame que salga de fiesta. ¡Todos mis amigos van! ¡Eres la peor madre del mundo!”), tenemos claras las metas a largo plazo (“Se me ha fastidiado el fin de semana porque tiene mucho que estudiar. Bueno, qué le vamos a hacer. Lo importante es que se responsabilice”) y se las hacemos ver a ellos (“Entiendo que prefieras ir al pueblo, pero tienes que estudiar. Iremos en otra ocasión”). Generan emociones agradables que llenan de confianza, orgullo, valor, autonomía…
Nunca debe tolerarse el uso de la violencia, sea del tipo que sea. No debemos utilizar la violencia física, verbal o psicológica con nuestras hijas e hijos. Tampoco debemos tolerar comportamientos violentos por su parte hacia otras personas. Crecer en un hogar donde la violencia no se tolera, del tipo que sea y por muy leve que parezca, es clave para el desarrollo integral de los niños y las niñas. Les ayuda a crecer sanos y a convertirse en futuros ciudadanos y ciudadanas responsables y comprometidas con la sociedad. La violencia sólo genera violencia. Mensajes del tipo “te voy a dar una bofetada”, “como no vengas ya verás el azote”, “la próxima vez te doy más fuerte”, “si es que tengo un hijo imbécil”, o recurrir a la violencia y darle una bofetada, un cachete, un empujón no educan en positivo.
Las madres y padres (y la familia en general) debemos ser ejemplos de no violencia. Cuando a un niño y una niña se le educa en el respeto y la tolerancia rechazará cualquier tipo de violencia.
• Lenguaje positivo, porque es el medio para conectar, entender las emociones de cada persona y saber que todas y todos somos tenidos en cuenta. La comunicación está en todo y hasta cuando no hablamos comunicamos. Pero hay formas de hablar que motivan más que otras: sermonear, por ejemplo, no suele funcionar.
Un lenguaje positivo, claro y conciso motiva más hacia los cambios: mejor un “Venga, inténtalo” que un “¡Pareces memo!” y refuerza mejor: “¡Cómo me alegro de tener esta conversación contigo!”.
Para comunicar conviene saber escuchar de manera activa, porque hace que las niñas y niños sientan que son tomados en consideración, repetir las frases, mirar a los ojos, ponernos en su lugar, incluso a su altura. La comunicación positiva genera emociones agradables que aportan ilusión, ánimo, conexión, implicación…
Los imprescindibles tienen algo mágico porque producen emociones que nos cargan de energía para disfrutar de las situaciones agradables y afrontar las desagradables. Y nos ayudan a desterrar recursos educativos que no son positivos, es decir, que agredan o limitan el desarrollo integral de las personas.
Pero, ten en cuenta que amor no es sobreproteger, ni firmeza es agredir, ni gritar es comunicar en positivo.
Julia Silva García, Save the Children